“La crisis ha provocado nuevas modalidades de acceso a la cultura audiovisual“
Presentamos a Ariel Vicente, director y programador de El Cairo Cine Público en la ciudad de Rosario, quien a lo largo del tiempo, se ha enfrentado a diferentes retos económicos, políticos y sociales en la industria cultural y audiovisual de Argentina. Nos habla de su aprendizaje ante las crisis y las oportunidades que ha creado
🟠 ¿Puede presentarse? ¿Presentar su trabajo y la institución para la que trabaja?
Mi nombre es Ariel Vicente. Soy un agente cultural, director y productor en el campo de la producción de cine y televisión independiente. Tras estudiar el diseño de imagen y la gestión cultural, me especialicé en proyectos audiovisuales educativos y coordiné varios programas socioeducativos. Hoy en día, sigo con mis actividades académicas y dirijo también el programa en el Cairo Cine Público, un espacio cultural ubicado en Rosario. La sala El Cairo fue inaugurada en 1945 como cine comercial. Cuando en 2007 cerró sus puertas, los antiguos espectadores y vecinos se organizaron en una Asociación de Amigos para demandar su expropiación. Dos años después, el histórico edificio del cine fue expropiado por la provincia de Santa Fe para reabrirlo como espacio cultural, convirtiéndolo en el único cine perteneciente al Ministerio de Cultura. Su misión es ser “un cine para todos los públicos“. En ese sentido, presta un servicio cultural que hace énfasis en la formación de espectadores y que procura democratizar el acceso a bienes culturales audiovisuales a través de una oferta amplia, diversa y contemporánea. Su programación, en la búsqueda de distintos públicos, propone nuevas narrativas y formatos, innova en ejes curatoriales e incluye capacitaciones profesionales. Se trata de un espacio en el que se ponen en juego diversas disciplinas, lenguajes y expresiones artísticas, para generar lazos, diálogos e intercambio de ideas.
🟠 ¿Puede describirnos cómo funcionan los cines argentinos? En corporación o no, producción, distribución, apoyo a redacción / directores argentinos…
La historia del cine argentino ha dejado marcas que perduran en la cultura nacional y que trascienden las fronteras del país. Una particularidad de la región fue la seguidilla de golpes de estado sufridos entre los ‘60 y ‘80, lo que implicó persecuciones ideológicas, crímenes de estado y censura. Este período también aceleró el desmonte final de la industria del cine que ya estaba en decadencia. La vuelta a la democracia dio lugar a un resurgimiento en la producción nacional no ya como industria pero sí como expresión artística. A partir de los ‘90, una nueva generación de autores renovó la escena cinematografía y el nuevo siglo propició a través de las políticas públicas el sostenimiento de una reincidente industria argentina del cine. En cuanto al consumo, al igual que en otros lugares, la venta de entradas de cine durante décadas cayó de manera constante y su resultado fue el cierre de las salas. En los años ‘90 comenzaron a instalarse en el país grandes cadenas de exhibición multisalas de compañías trasnacionales que tomaron el mercado y que promovieron el consumo de películas norteamericanas. Si bien existe un circuito alternativo que posibilita la difusión de materiales audiovisuales que escapan a los imperativos del mercado, se trata de un circuito acotado y atomizado que sobrevive por el deseo y la resistencia de productores, distribuidores y pequeños exhibidores que muchas veces cuentan con algún tipo de apoyo estatal. Argentina, como otras naciones, siguió el modelo francés para la tutela estatal de la cultura y de los bienes culturales nacionales. Así, en los ‘60 se creó el Instituto Nacional de Cinematografía (hoy Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), organismo que tiene por misión el fomento y la regulación de la actividad cinematográfica. A través del mismo, el Estado Nacional hace posible la financiación de la producción cinematográfica argentina.
🟠 ¿Cómo impactaron positivamente la pandemia y sus consecuencias en el funcionamiento de su actividad? (¿Qué recepción de su público? ¿Modificación de proyectos? ¿Nuevos socios?)
La pandemia ha impactado en todas las actividades que desarrolla la humanidad. En lo referido al sector cinematográfico, la mayoría de las producciones se detuvieron y las que se concretaron debieron
adecuarse a protocolos que engrosaron notablemente sus costos, lo que las hizo poco sostenibles. La actividad exhibidora está detenida desde marzo del 2020 y aunque existen protocolos sanitarios específicos, su implementación no deja de ser compleja y poco redituable para el sector privado.
Pensándolo desde el consumo de producciones audiovisuales, tal vez lo positivo fue que la pandemia generó la necesidad urgente de repensar la difusión de materiales a través de internet. Es decir, han
surgido muchas más ofertas y nuevas modalidades de acceso a las que ya existían. Incluso gran parte del sector de la producción ve con mayor interés que antes esos canales de exhibición digital.
Es interesante el fenómeno que tuvo lugar a nivel local durante el confinamiento obligatorio, cuando muchos realizadores subieron sus producciones a plataformas para habilitar su acceso libre y gratuito. Algo similar en el orden de lo colaborativo y solidario, sucedió con las institucionales culturales. Se produjeron nuevas alianzas y se fortalecieron las existentes para sostener ofertas digitales de acompañamiento a la ciudadanía en el aislamiento. En el caso puntual de El Cairo que desde el 2013 ya contaba con un servicio digital de visualización de películas en su página web, la pandemia aceleró su
proceso de actualización y potenció los vínculos con socios institucionales nuevos e históricos
🟠 ¿Cómo cree que la crisis puede redefinir el papel de la cultura en la sociedad?
Podemos pensarla desde un concepto restringido como la “cultura del espectáculo“ o como el producto resultante de las industrias culturales o de las industrias creativas. Si analizamos esas conceptualizaciones desde la situación concreta de la crisis de la pandemia que aún nos atraviesa, se puede afirmar que en lo económico el sector cultural se vio tan deprimido como cualquier otro. Ahora, si pensamos a la cultura como todo aquello que la humanidad produce, material y simbólicamente, para estar en el mundo, entonces toda crisis no sólo redefine su rol sino que forma parte del mismo fenómeno. Lo que quiero decir es que somos humanidad, somos sociedad porque hay cultura y por tanto no sería posible pensarla como un elemento fuera de la sociedad. La cultura es un concepto dinámico: muta, cambia, se adapta, genera nuevas, mejores y mayores posibilidades. La cultura propicia el encuentro, aun remoto, con aquello que nos hace humanos, que nos hace parte de un corpus social, aliviando el confinamiento y curando el dolor de la pandemia. La cultura apela a la vida. Tal vez ese fue el papel fundamental que ocupó y sigue ocupando en el devenir de la pandemia. Más que redefinir su papel diría que la sociedad debería concientizar cuál es ese lugar que ya ocupa la cultura en lo cotidiano de la vida.
🟠 ¿Conoce el impacto ecológico de las prácticas culturales digitales? ¿Y / o cómo reacciona ante este imperativo de reducir el impacto ecológico de su práctica?
Parte de la población es consciente del cuidado del medio ambiente, pero en cuanto a las prácticas en gestión cultural este tema recién estaría incluyéndose. Me atrevería a decir que esto se replica en otros
países. En 2019 tuve la posibilidad de participar, junto a colegas de diferentes nacionalidades, en una capacitación internacional sobre desarrollos digitales en el marco de la gestión cultural, organizada
por el Ministerio de Cultura de Francia, en ninguno de los casos presentados estaba incluido, de modo alguno, el impacto ecológico de las prácticas digitales, aún cuando sobre lo digital versaba la capacitación. Es momento de incluir este asunto en la agenda pública, fundamentalmente para accionar sobre los grandes sectores productivos e industriales que provocan la polución del medio ambiente, y no quedarnos en interpelaciones dirigidas a comprometer y responsabilizar sólo a la ciudadanía.
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