El gran Octavio Paz escribió que la arquitectura es el testigo insobornable de la historia. Y es que justamente las grandes obras de arquitectura amalgaman los valores estéticos, históricos,
culturales y tecnológicos del tiempo en el que fueron concebidas, como si fuesen una
radiografía de su época.

Sin embargo, a fin de mantenerse vigentes, estos espacios han tenido que evolucionar para adaptarse a los nuevos usos y costumbres sin perder su esencia. Este
conjunto de fotografías es una muestra de cómo una antigua iglesia puede convertirse en una sala de conciertos, las ruinas de un edificio abandonado en un centro cultural o el inmueble concebido para oficinas gubernamentales en uno de los
museos más bellos del mundo, todo esto sin opacar a ese testigo de tabique, adobe o cantera que sigue en pie como parte del linaje urbano de nuestra historia.

Sandra Hernández (Vita Flumen)